Un engaño, una traición, un rebote internacional. El Wandagate no fue gratis, las secuelas iban a brotar a la luz, era inevitable. Más allá del empecinamiento de Wanda Nara de enrostrar una felicidad familiar, algo se cocía en el interior del matrimonio con Mauro Icardi.
Esa relación clandestina del futbolista con la China Suárez, que culminó en una noche de lujuria en una oscura habitación de hotel en París, evidentemente surcó una grieta, un dolor interminable que late en silencio en la influencer.
Wanda intentó de mil maneras gritarle al mundo que ya había atravesado la tormenta, que ejecutó un perdón sincero a la infidelidad de su marido. Por eso, llenó de contenidos sus redes sociales con cientos de fotos y videos al lado del futbolista.
Evidentemente algo explotó en el seno de esa pareja. No existe claridad absoluta, pero el vínculo atraviesa por un huracán. ¿Qué pasó? Mauro tomó la llamativa decisión de dejar de seguir a Nara en el Instagram, un dato no menor, porque se erige en una prueba rotunda.
Justamente, en las plataformas digitales se armó un campo de evidencias, porque en ese ámbito Nara especificó su reacción a semejante determinación de Icardi. La blonda tomó como primer paso salir de noche con amigos y se fue a un restaurante top de París con Kenny Palacios y Natacha Eguía.
De hecho, su amiga posteó una imagen de un plato fastuoso y escribió una pista impresionante: "Muchos dulces para nuestros corazoncitos". Un posteo que Wanda replicó en su perfil, pero que luego decidió eliminar.
Y el gesto más esclarecedor llegó con una postal de Nara tumbada en una cama, con una de sus hijas, y un detalle no menor: mostró en primer plano que en su mano ya no está la alianza matrimonial. Lejos de tratarse de una casualidad, eso es una declaración.
