La próxima mudanza de Kate Middleton y el príncipe Guillermo a Forest Lodge —una mansión de ocho habitaciones en el área de Windsor— venía pintada como un capítulo de ensueño: más verde, más calma, más familia.
Pero en los últimos días el aterrizaje se volvió áspero para el vecindario: el blindaje que rodea la propiedad encendió quejas y dejó a la comunidad dividida entre la comprensión y el fastidio. Según publicó The Sun, la lista de medidas incluye cámaras de CCTV especiales, vallas de gran tamaño y un proyecto de paisajismo pensado para mantener a los intrusos lo más lejos posible.
El cableado de seguridad ya se habría enterrado en la parte trasera del terreno y, como anticipa el plan, ciertos accesos públicos de Windsor Great Park quedaron cerrados, afectando a quienes usan esos senderos para caminar o pasear a sus mascotas.
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La queja más repetida tiene una cara concreta: el ingeniero mecánico Tom Bunn, de 32 años, que solía estacionar en la entrada para recorrer los campos cercanos con su perro de nueve años. Su frase sintetiza el sentimiento de muchos: "Obviamente, es decepcionante, ya que a mi perro le encanta este lugar" empezó.
LAS PALABRAS DE KATE MIDDLETON A THE SUN:
Y siguió: "Venimos cada dos semanas y ahora tendremos que buscar otro sitio donde pueda recorrer kilómetros. Pero entiendo perfectamente que la seguridad de Guillermo, Kate y su familia es primordial, así que debemos asegurarnos de que puedan vivir felices aquí".
El perímetro de Forest Lodge —una finca de 150 hectáreas— avanza hacia un estatus aún más restrictivo: cuando se designe formalmente bajo el paraguas legal británico que protege tierras de la Corona y propiedades del monarca o su heredero inmediato, el acceso público quedará bloqueado de forma permanente y cualquier intrusión podría derivar en arresto inmediato, de acuerdo con lo informado por la prensa inglesa.
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En términos prácticos, el “sueño en el bosque” se convierte en una zona altamente controlada. Detrás de la coraza hay razones que exceden el capricho: se trata del heredero al trono, su esposa y sus tres hijos —George, Charlotte y Louis—, un núcleo que requiere protocolos de seguridad a la altura de su exposición.
La mudanza se prevé para finales de este año y no es la primera que hace el matrimonio: actualmente residen en Adelaide Cottage (Windsor), con los niños asistiendo a Lambrook School. Mantendrán, además, sus otras residencias: Anmer Hall (Norfolk) y el Apartamento 1A del Palacio de Kensington (Londres).
Desde 2022, los príncipes de Gales dejaron Londres a tiempo completo en busca de una vida más tranquila para sus hijos mientras crecen y asumen su rol. En ese recorrido, el diagnóstico oncológico de la princesa en 2024 habría reforzado la necesidad de un nuevo comienzo cerca de la naturaleza y lejos del bullicio cotidiano.
Forest Lodge, muy próximo a su actual casa, parecía el paso lógico. El dilema, claro, nace en la línea fina entre seguridad y convivencia. Para algunos vecinos, perder senderos y accesos tradicionales resulta un peaje demasiado alto; para otros, el operativo es comprensible cuando se trata de proteger a la familia real.
