Ni los ricos ni los pobres. Ni los altos ni los petisos. Ni las rubias ni las morenas. Se dice desde los mismísimos comienzos de la historia universal: de los cuernos no se salva nadie. Ninguno. Ni los plebeyos… ¡Ni la Reina! Y qué curioso, porque justo a ella, a Reina Reech, se la vio feliz, sonriente y de lo más dichosa cuando le tocó “lucir” los suyos. Vaya que lo hizo con orgullo: claro, se los puso como parte de un disfraz para una jornada de fiesta y celebración. No se trataba de los otros, esos que en general duelen y molestan. En un viaje por España se sumó a un evento donde había que ir vestida para la ocasión, y la artista, divertida y predispuesta como siempre, se puso el particular vestido que se ve en la imagen que complementa este texto. Y ahí estaban los cuernos, negros para más datos, visibles y bien firmes.
Reina aprovechó la recorrida por Europa para disfrutar a pleno los primeros días de la primavera de aquellos lares y demostrar una vez más –no hacía falta, pero siempre es bienvenido– que además de reina sigue siendo una diosa. Ella acaba de cumplir 61 años, y los primeros calorcitos del Viejo Continente le permitieron hacer playa y mostrar que aún tiene un lomazo de aquellos. Y además de pasear, divertirse, broncearse y comer muy rico, como suele suceder en cada rincón de España, Reina visitó un par de lugares donde pudo desarrollar sus “actividades espirituales”, esas mismas que en Buenos Aires la convirtieron en una referente, por ejemplo, de la cábala. Y las pasó de maravillas. Aun con los cuernos. Porque si no se dijo nunca, siempre está bueno que haya una primera vez: nadie debería salvarse de ser feliz en la vida.
Reina Reech de viaje por Europa
Reina Reech de viaje por Europa
Reina Reech de viaje por Europa
