Su definición no aparece en los diccionarios, no figura en ningún manual ni se la encuentra en las voluminosas enciclopedias que recorren, de la A a la Z, el espinel de la historia universal, pero se la puede armar de acuerdo con lo que sucede en la vida real, siempre, a esta altura del partido. En rigor de verdad, los amores de verano son –o suelen ser– historias muy intensas en un comienzo que se van apagando a medida que transcurren los días, pierden consistencia cuando enero se confunde con febrero y llegan bastante debilitadas a ese temido lunes del año que se llama marzo. No tienen reglas definidas y en general, sobre todo en sus comienzos, son una especie de vale todo: por ejemplo, un sonoro beso en una playa no significa que dos personas estén noviando, pero bien puede significar que están iniciando un amor de verano con todas las de la ley. Fuerte, movilizador, una montaña rusa de sensaciones que inexorablemente, más rápido que otra cosa, detendrá su camino y hará que sus pasajeros bajen a un tiempo más largo y sosegado.
La playa, ahora, es la de José Ignacio, una de las zonas más paquetas y pitucas de Punta del Este. El verano es el de 2019, que transcurre sus primeras horas entre lánguido y silencioso. No ha pasado nada significativo aún al otro lado del charco (porque de esta parte siempre pasan cosas y es imposible aburrirse) pero ellos, sin querer queriendo, inauguran la temporada de romances y de historias sorprendentes por lo inesperadas y por los nombres involucrados. Caminan juntos por la playa y después de charlar y sonreír un buen rato, plaf, se comen la boca con ese candor, esas ganas, ese ardor y ese gustito que sólo se sienten bajo un abrasador sol de treinta y pico de grados.
Ahí en José Ignacio, el paraje que se hizo famoso por la casona veraniega de Mirtha Legrand, las playas no se llaman playas. Y no, porque “la gente como uno” tiene que ponerles otros nombres a las cosas, nombres menos populares. No sea cosa que pierdan el nivel, ¿viste? Entonces, las playas se llaman “paradores”. “Paradores”, justo en uno de los lugares donde menos quietud y más movimiento hay. En fin, sigamos. Al “parador 900” –que está hermoso y cuenta con todas las comodidades para pasarla de primera, eso también hay que decirlo– llega una camioneta gris. Ultimo modelo, por supuesto. Maneja él, acompaña ella. Sólo en el checonato, porque sobre la arena la actitud pareció bastante diferente. Ya veremos.
La que parece llevar la iniciativa, luego, es ella. Que no es otra que Calu Rivero, una de las mujeres más importantes y trascendentes de los últimos tiempos. Para bien y para mal, Calu ha ganado un lugar clave en la sociedad mediática argentina. Recibió infinidad de muestras de apoyo después de ser la primera que denunció a Juan Darthés, en su caso por sentirse incómoda y no respetada en las escenas de alto voltaje que compartían en Dulce amor. Pero también escuchó muchas voces en contra, incluso de mujeres, que no sólo defendieron al actor sino que se pusieron en contra del colectivo de actrices argentinas. Incluso, hay todo un movimiento en las redes sociales llamando a “boicotear” la novela que Calu protagonizará en Telefe, Campanas en la noche, donde compartirá cartel con Esteban Lamothe y Federico Amador.
Volvamos a la playa: Calu está charlando con Joaquín Vitola. El pibe es tan llamativo por su pinta (flaco, desgarbado, alto, pantalones que parecen colgarle hasta por debajo de las rodillas, barba tupida, pelo largo) como por su pasado amoroso: hace muy poquito tiempo cortó con Florencia Torrente luego de casi tres años de romance. Y se ve que tiene éxito con las famosas, porque en un momento Calu deja de hablar y de sonreír y se le tira encima, le hace cosquillas, lo pellizca, le pasa sus manos por debajo de la remera, lo acaricia, le susurra cositas al oído, lo vuelve su cómplice y al final, sí, al final lo besa. El también lo hace. Y los dos ya son uno sintiendo ese fulgor que, por suerte, aún no pueden explicar los diccionarios, los manuales ni la Wikipedia.
Calu y Vitola en las playas de Punta del Este
Calu y Vitola en las playas de Punta del Este
Calu y Vitola en las playas de Punta del Este