Anamá Ferreira: “Dotto y Piñeyro no se adaptaron a los cambios, por eso cayeron” – Revista Paparazzi

Anamá Ferreira: “Dotto y Piñeyro no se adaptaron a los cambios, por eso cayeron”

La brasileña más querida de las pasarelas revela los secretos del libro con su historia de superación. Habla de sus virtudes y debilidades. Y de cómo vive el amor a los 60.
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Hace más de cuatro décadas que Anamá Ferreira (67) está radicada en el país. Dueña de una destacada carrera en la alta moda y de recorrer el mundo arriba de las pasarelas, la autora de Negra guerrera, su libro autobiográfico, y directora de sus escuelas inclusivas de modelaje, conserva la simpatía de las palabras en castellano mal pronunciadas.

“Hice el libro porque sentía la necesidad de contar quién soy, de dónde vengo, qué hice y cómo logré las cosas. Estoy en Argentina hace 43 años y no se conoce mucho de mí. Conocen a la Anamá de la moda, del fashion, de los desfiles, a la mujer pública, saben que soy de Brasil, que hablo más o menos bien pero no se sabe de mi esencia. Amo el país, elegí vivir acá y quise hacer una autobiografía de autoinspiración, de autoayuda. No sé si podré ayudar a alguien pero cuento cómo salí de las adversidades, de los dramas, de un pueblo chico a triunfar en la ciudad. Siempre tuve una actitud positiva, la palabra ‘no’ no existe en mi vida", arrancó.

"No la digo, no está en mi diccionario, en el día a día. Nunca digo a algo que no puedo, que no voy… Es una palabra que resta. Los argentinos empiezan las frases con no, pero el ‘no’ es negativo, ya cortás el universo. Creo mucho en el universo, en la luna. Nací en el campo, en un lugar llamado Secreto, después nos fuimos a un pueblo y luego a una ciudad donde se conocían todos. Sufrí mucho bullying pero nunca bajé los brazos ni me di por vencida”, agregó.

–¿Cómo hacés, en el día a día, para estar siempre con una sonrisa?
–Me levanto y me entrego al universo. Digo para mí que el universo me depare cosas lindas, cosas buenas. Y cuando me acuesto hago lo mismo. Mi ángel de la guarda es San Gabriel, y como el de todos, cuando nos acostamos sale a dar una vuelta. Mientras dormimos, que es el momento más indefenso de las personas, hay que decirle que cuando vuelva traiga cosas buenas, que no se cargue de nada negativo, que me quiero levantar bien. Creo en la Umbanda, en todos los trabajos que hacen, en los cantos, en los espíritus. Y en una fuerza misteriosa que te protege.

–¿Qué otras cosas transmitís?
–Yo siempre trabajé con el cuerpo, con una medida exacta. Pero cuando uno va quedando más grande, cambia. Entonces, pienso que si yo, que estuve en la moda, acepto mi cuerpo, algo que cuesta mucho, por qué no van a hacerlo el resto de las mujeres. La argentina tiene mucho miedo de lucir una bikini, va a la playa y no disfruta. Y eso es lo que me gusta, justamente, inculcar el disfrute. Hay que lucir siempre de un millón de dólares. Ahora, cuando tenés que hacer una dieta para estar bien o por algo, también hacela, comé sano. Si comés sano, es imposible que estés mal. A las chicas que estudian en mis escuelas jamás les hablo de dietas. La seguridad en la vida es la piedra fundamental. Tenía todo para no funcionar: era negra, flaquita… Pero siempre tuve mucha seguridad. Para mí es difícil que mis amigas, la gente que conozco, no trabajen al nivel que lo hago yo. Soy una maquinita y eso se me vuelve en contra, pero soy muy fuerte. Es difícil para las mujeres sentirse identificadas con las mujeres fuertes, y yo soy una topadora. Trabajo todos los sábados de mi vida, es el día que recorro las escuelas.

–En su momento, Pancho Dotto y Daniel Pineyro eran los grandes referentes del modelaje, pero quedaste vos sola con escuelas. ¿A qué se debe?
–Lo que pasó con estos dos es que no se adaptaron a los cambios. Tenían agencia; yo, escuela, y ellos después, pusieron escuela para competir conmigo. Ellos tenían muy buenas modelos, pero ellas se empezaron a decepcionar por manejos raros y no se adaptaron a los cambios de tiempo. En el mundo pasó algo tan sutil pero fuerte que tenías que cambiar sí o sí. Las mujeres ahora hablan porque las cosas venían cambiando. Ellos no se dieron cuenta del cambio que se avecinaba. Los vi surgir y los vi caer. Eran muy poderosos, estaban arriba de todo, pero no miraron para abajo.

–Estás soltera hace un tiempo, ¿tenés ganas de armar pareja?
–Está muy complicado… creo que mi próximo libro va a ser: cómo conseguir novio después de los cincuenta. Estoy encantada de no estar en pareja ahora. No tengo que conciliar con nadie para ver la película que quiero o la serie de Nexflix que me gusta. Te cuento los problemas de conocer a alguien, a la edad que tengo yo: quiero a alguien que tenga su pasar, porque yo trabajo mucho, puedo viajar, salir a comer. Me tiene que tratar como una reina porque me lo merezco. No celarme. Y es difícil, porque los de sesenta quieren salir con pendejas, están equivocados, tienen la cabeza quemada. ¿Entonces, con quién voy a salir? ¡Soy un limbo! Hay un montón de mujeres de mi edad que, como yo, que entreno y estoy divina, están solas. Hagamos una ley, ja, ja, ja… Me hablan por Instragram, me invitan, caigo, voy a comer. Veo la conversación, no caigo y me voy cantando bajito. Soy guachita, te doy una chance, pero con mi experiencia me doy cuenta de cómo viene la mano.

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