En el Multitabaris, las butacas rojas vacías son testigos del renacer de María Valenzuela. La actriz, ícono de la televisión y el teatro argentino, se prepara para estrenar Viuda e hijas, hasta que la herencia nos separe, comedia dirigida por Héctor Díaz, que la reúne con Nora Cárpena, Sofía Gala Castiglione, Fernanda Callejón y Gonzalo Urtizberea.
Sin embargo, lo más fuerte no ocurre arriba del escenario, sino en la charla íntima donde “Mariquita” se anima a hablar de lo que casi la derrumba. Con 69 años, Valenzuela admite que atravesó momentos límite: tres internaciones en centros de salud mental y una depresión diagnosticada.
Pero además un calvario odontológico que la dejó al borde de la desnutrición y un enfrentamiento legal con Rodolfo Ranni, a quien denunció por “abuso de poder” y maltrato en los ensayos de La noche de la basura. “Me estaba enfermando y tuve que bajarme, aunque significara quedarme sin trabajo”, reconoce con crudeza.
La actriz que soportó la lucha del ACV que sufrió su hija describe la depresión sin rodeos: “La gente cree que una es una leona, que de las caídas sale enseguida, y no es así. La depresión es una enfermedad, aunque muchos no lo entiendan”. Confiesa que llegó a verse caminando entre la muerte durante su última internación: “Estaba en el patio y la veía pasar a mi lado”.
LA MALA PRAXIS DENTAL DE MARÍA VALENZUELA:
El calvario no terminó allí. Una mala praxis dental la obligó a pasar casi dos años sin poder comer sólidos, adelgazando más de diez kilos. “Me han llegado a decir ‘pará con la falopa’, cosas horribles. Fue un sufrimiento espantoso”, revela.
El viaje a Ushuaia para reencontrarse con su odontólogo de confianza le devolvió la posibilidad de alimentarse y poco a poco, la salud. En el medio de tanto dolor, también aparecieron gestos inesperados. La actriz recuerda con emoción que Ricardo Darín, con quien estuvo distanciada, llamó a su hija durante su internación.
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“Hablamos y quedamos en tomar un café. Me sorprendió, hubo otros que no lo hicieron”, desliza explicando su situación con Darín, con la intriga de amistades rotas y reencuentros posibles. Hoy, con la llegada de su primera nieta y el reencuentro con el escenario, María dice estar “mejor”, aunque no niega la fragilidad que la acompaña.
“Ser fuerte es parte de mi personalidad, pero sigo trabajando en mí. Me caigo y me levanto, no queda otra”. Más allá de los aplausos, la actriz se erige como una de las pocas figuras públicas que se animan a ponerle nombre a lo innombrable: depresión, internación psiquiátrica y maltrato en el medio artístico.


