La vida de Alejandra “Locomotora” Oliveras fue una pelea constante, mucho antes de subirse por primera vez a un ring. Tras su muerte a los 47 años, luego de sufrir un ACV, salieron a la luz detalles estremecedores de una historia personal atravesada por la violencia de género y una traición familiar que la marcó para siempre.
En una entrevista concedida en 2022, Oliveras recordó uno de los momentos más oscuros de su vida: “Diez días antes de irme a México a pelear por el título del mundo, encontré a mi marido en la cama con mi propia hermana”, reveló sin filtro. En ese entonces, estaba a punto de disputar su primer título mundial como boxeadora profesional.
A pesar del dolor, decidió seguir adelante con su objetivo. “Me fui a México con el corazón destrozado. Creo que me vengué con Jackie Nava por lo que me había pasado”, dijo entre risas, usando el humor para sobrellevar la herida.
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“Me quería morir, fue una puñalada por la espalda. Para no llorar, entrenaba, porque sentía que no podía suspender el sueño de mi vida”, confesó crudamente. La Locomotora convirtió el dolor en impulso, y logró consagrarse campeona mundial.
“Demoré como un año en estabilizarme, en recuperarme. En ese momento él era el amor de mi vida. Que te traicionen de esa manera duele hasta los huesos”, reconoció con total honestidad. Esa victoria, le valió 2.800 dólares y fue un símbolo de renacimiento.
“Dormía en un colchón en el suelo y trabajaba en cinco gimnasios para darle de comer a mis hijos”, contó. Con ese dinero pudo equipar su hogar. Pero los golpes emocionales no comenzaron ahí. Desde muy joven, Oliveras vivió situaciones extremas.
En diálogo con el portal Aires de Santa Fe, reveló: “A los 14 años empecé a sufrir violencia de género, fue cuando quedé embarazada. A los 15 tuve a mi hijo. Me pegaba durante el embarazo, lo hizo también después que nació y hasta que me separé”.
“Antes era normal que la mujer sufriera porque el marido le pegara. A nadie se le movía un pelo porque una mujer denunciaba y no le daban pelota, la mandaban a la casa y se le reían. Yo nunca acepté eso”, afirmó con convicción. Y fue justamente esa fuerza la que la convirtió en referente.
Aprendió a pelear sola y convirtió el sufrimiento en coraje: “Lo que hice fue aprender a defenderme sola porque en el pueblo no había boxeo. Así que cuando él no estaba hacía sentadillas, abdominales en el piso, entrenaba con mi sombra”.
El día que logró cortar ese ciclo, lo recuerda con claridad: “Un día vino a pegarme como lo hacía siempre. Entonces lo esperé, cerré el puño y le di con toda la fuerza que tenía. Cayó sorprendidísimo al suelo. Agarré a mi bebé, una bolsa de nylon, y me fui. No volví nunca más”. Locomotora Oliveras no solo fue campeona arriba del ring.
La partida de La Locomotora deja un vacío inmenso no solo en el deporte argentino, sino también en el corazón de quienes la conocieron de cerca. Su fuerza, carisma y energía desbordante quedarán grabados en la memoria colectiva.




