La muerte de Selva Alemán, en septiembre de 2024, dejó una herida profunda en el mundo del espectáculo. Pero el impacto más devastador es el que atraviesa Arturo Puig, su compañero de vida durante décadas. A meses de su despedida, el actor decidió sincerarse sobre el dolor que siente, sorprendiendo al contar con dolor una sospecha que lo acompaña y no le permite encontrar paz.
En una entrevista reciente con Karim González para Sola en los bares, Arturo se abrió como pocas veces. Habló del duelo, de la ausencia, pero también de las horas previas a la muerte de Selva y de una atención médica que, según cree, pudo haber cambiado el desenlace. Y lo hizo desde la gran tristeza que siente, casi hasta resignado.
Puig explicó que Selva era una persona extremadamente cuidadosa con su salud. “Estricta de una manera casi tremenda”, dijo sobre los controles médicos que ella cumplía al pie de la letra. Nada hacía prever un final tan abrupto. Sin embargo, aquel día apareció un síntoma que terminó siendo decisivo y, al mismo tiempo, confuso.
"Yo creo que hubo un error del primer médico que vino", confesó Puig. Según relató, Selva comenzó con un fuerte malestar estomacal que, en principio, no parecía algo grave. "Ella estaba con un dolor de estómago... suponíamos que era algo que le cayó mal. Vino un médico extranjero, la revisó, hizo un chequeo de presión y dijo que no había ningún problema".
ARTURO PUIG REVELÓ LA CUESTIONABLE ATENCIÓN MÉDICA QUE RECIBIÓ SELVA ALEMÁN ANTES DE SU MUERTE
Con el paso de las horas y tras hablar luego con otros profesionales, Arturo comprendió algo que desconocía por completo y que hoy lo atormenta. “Después los médicos me contaron que el infarto en las mujeres se provoca como un dolor de estómago; en los hombres generalmente es el brazo”.
Esa diferencia, invisible en ese momento, es la que hoy se vuelve una pregunta sin respuesta. Puig recordó que el dolor de Alemán fue en aumento y que algo no estaba bien. "Al rato me dice 'ay, me duele cada vez más'. Llamé a la ambulancia, vino y ahí el tipo me dijo: 'Es un infarto'".
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La angustia más grande aparece al pensar en lo que pudo haber sido distinto. “Si yo sabía esto del primer médico, la llevaba volando al ICBA, que es el centro cardiológico y vivíamos a dos cuadras”, siguió explicando Puig.
Pero a pesar de esa sospecha que lo acompaña, Arturo no se muestra decidido a iniciar acciones legales o tomar alguna otra medida. Solo queda el vacío y la aceptación dolorosa. “No sé, ya está”. Esa frase cargada de resignación, deja al descubierto el peso de una pérdida irreparable y la imposibilidad de volver atrás.


