Se fue a otro plano, ascendió a un firmamento de luz, donde se reencontrará con viejos amigos. Gerardo Rozín apagó su luz el viernes, producto de un cáncer cerebral, y desató un tsunami en el universo del espectáculo, porque todos cayeron en la conmoción.
La personalidad del rosarino trascendió fronteras y por eso en la despedida, que se llevó a cabo el sábado en una casa velatoria de Almagro, se acercaron cientos y cientos de almas. Incluso, en el último instante, cuando sus restos se dirigían a su tierra natal, los vecinos estallaron en un aplauso espontáneo maravilloso.
Carmela Barbaro experimentó un cúmulo de sensaciones de toda índole, la madre de la hija más pequeña de Rozín adoptó una postura conmovedora, de esas que pintan de cuerpo entero y que despiertan la admiración.
A partir del conocimiento de causa, Karina Iavícoli describió en Socios del espectáculo lo que vivió la expareja de Gerardo durante esas horas de adiós. Con lágrimas en los ojos, la panelista narró: “Carmela, una entereza… perdón, yo la quiero mucho”.
Hasta que contó que Barbaro sacó fuerzas de las entrañas para ponerse al servicio de los seres amados de Rozín: “Y la veía conteniendo a la gente que iba. Es muy impactante. Sabe que es fuerte. Está muy triste por Elena que es muy chiquita, tiene once años”.
Para agregar más sustento al sentimiento que le despertó Carmela, Karina añadió: “La vida te va a compensar como te compensó siempre. Vos la veías ahí abrazando a su familia. Carmela lo amó un montón a Rozín y él a ella. Elena es producto de ese amor”.
