La posibilidad de celebrar un cumpleaños en un contexto de absoluta distensión contempla diversas sensaciones. El calor de un paisaje distinto motoriza un espíritu especial, sobre todo cuando la familia y los amigos se ocupan de hacer el resto. Geraldine Neumann fue la gran agasajada. Fue la protagonista de una jornada de puro amor, donde su entorno afectivo más cercano le organizó una fiesta de cumpleaños distinta a las demás.
El escenario fue Villa La Angostura. Un lugar con una arquitectura natural cautivante, que se diferencia de muchos puntos turísticos de nuestro país, precisamente, por hacer que un simple paneo óptico pueda llegar a ser percibido como un hermoso rapto de hipnosis. Esa fue la geografía que eligió la hermana de Nicole para soplar su velita número 36. Entre montañas, picos nevados y copas de champagne, la modelo recibió con los brazos abiertos un nuevo aniversario de su nacimiento y, por supuesto, se encargó, en persona, de repartir las porciones de torta a todos los presentes.
A CANTAR
Y entre los que le cantaron el clásico “Feliz cumpleaños”, por supuesto, no podía faltar su hermana. La misma que tuvo lejos durante varios años, cuando roces propios de la vida las llevaron a distanciarse, resistiéndose por un extenso período a una charla sensata que lograra terminar con esa relación tan fría. Ese café finalmente llegó. Tardó, pero posibilitó lo que ambas, internamente, deseaban desde lo más profundo.
Amigarse, volver a ser compinches como en la niñez, inseparables como en la infancia. Geraldine y Nicole Neumann provienen de un hogar con abundancias materiales pero sin la unión que hubieran deseado, ya que desde muy pequeñas sufrieron la ausencia de su padre, Bernd. Con él recién consiguieron reencontrarse tras la adolescencia, pues el hombre, al abandonar la casa familiar, partió a Suecia, su tierra natal, donde conoció otra pareja y tuvo una hija más.
ACOMPAÑADA
De hecho, meses atrás, Nicole combinó con él verse en Buenos Aires, aprovechando un viaje que Bernd ya tenía estipulado realizado junto a Clara, la hermana paterna de las Neumann argentinas. tal como lo habían planeado de antemano, se vieron y disfrutaron de una conversación a corazón abierto, sin ocultamientos de ningún tipo y el deseo de repetir la experiencia en un futuro. Así, el círculo genealógico se fue cerrando.
Las heridas pasaron a ser cicatrices y la perspectiva del futuro cambió por completo. Tras un prolongado distanciamiento, la familia Neumann volvió a reunirse y les bajó el telón a los rencores que perturbaron los vínculos extensamente. Las broncas se convirtieron en amor y ya no quedó lugar para los recelos. Tal vez por eso, para Geraldine no fue un cumpleaños más. Lo que vivió tuvo otro sabor. Sabor a familia, sabor a sensaciones que reconfortan.