Lejos de la frivolidad, de las peleas sin ton ni son, de los conflictos cotidianos por el encierro voluntario, Gran Hermano acaba de experimentar un episodio emocional muy fuerte. La Tora juntó valor para contar su historia más triste, que refiere a un abuso infantil.
Lucila reunió coraje y delante de todos sus compañeros, y los millones de televidentes, se lanzó a narrar de manera detallada el trauma más horrendo que una persona podría transitar, que se relaciona con quebrar su inocencia y romper todos los límites de la cordura con una niña de nueve años.
Sentados en el sillón del living, La Tora, que fue salvada por Nacho de la placa, arrancó su relato con el factor más escalofriante de esta durisima, injusta y reprobable violación: “A los nueve años sufrí un abuso intrafamiliar”. Un miembro de su círculo más íntimo ejecutó un delito repugnante, que merecería un castigo hondo.
Sumida en un mar de lágrimas, Lucila continuó con su valiente testimonio y especificó las dificultades que atravesó por semejante acontecimiento: “No lo conté hasta que tuve 24 años, no lo conté para proteger al tipo de mi familia y me sentía culpable de lo que me había pasado”.
Las mellas en su subconsciente la derivaron a otras circunstancias adversas, por eso la participante exteriorizó: “En base a ese abuso, me junte con las peores personas y las mejores. Tuve un novio que estaba hasta en el paco y yo estaba en cualquiera. Me logró separar de él y me meto en la noche”.
El infierno, ese calvario interno repercutió en su estabilidad hasta límites más delicados, por lo cual La Tora confesó: “Todas las semanas, todos los días en el alcohol y el sexo fácil, era como un autocastigo. En un momento, mi vida no podía más y era así de esa vida, de noche, o morirme”.
Sobre ese instante en que analizó la posibilidad de quitarse la vida, Lucila explicó: “Yo pensé en matarme. Llamé a mi mejor amiga y le dije que tenía ganas de morirme. Mi mejor amiga vino, hablamos, me tranquilizó”. Así como describió la fuerza que apareció para comunicar su abuso.
“Llegó el momento de contárselo a mis viejos, era el mayor miedo que tenía porque siempre los quise cuidar y siempre me sentí muy culpable. Se los conté recién a algunos este año y a otros hace poquito”, manifestó.
