Desde el día que tuvo su primera oportunidad en el mundo de las comunicaciones hasta el presente, Ariel Wolman (46) se mantuvo firme en sus convicciones: destacarse por su trabajo y su perfil bajo.
Papá de mellizos y felizmente casado, el panelista de Nosotros a la mañana (en El Trece) y director de Teleshow recuerda que “fui el productor de Santo para El ciudadano, que era la sección más conocida del noticiero del mediodía. El segmento tenía la curiosidad de que Santo salía a los barrios a mostrar los problemas comunes de la gente, y era una sección vistosa porque mostraba otra faceta suya, como por ejemplo festejarle el cumpleaños a un pozo con los vecinos, lejos de la seriedad que lo caracterizó tanto tiempo. Fuera de cámara es un tipo divertido y gracioso. Yo no lo tuve como jefe… cuando era director de una radio decían que era muy exigente y severo. Para mí era un compañero de aventuras, me divertía mucho con él, era muy buen compañero”, recuerda el periodista sobre uno de los colegas que más lo marcaron.
–¿Por qué decidiste ir por nuevos rumbos?
–Trabajé cinco años con Santo. En 2002 toda mi familia se fue a vivir a Israel por esa crisis, y con todo lo que venía viviendo, más todo esto a nivel personal porque me quedé solo acá con mi novia, hoy mi mujer, sentí que necesitaba un cambio. Me surgió la posibilidad de hacer un reality, fui al canal, hablé con Santo parados en la redacción, le dije todo lo que me daban en el nuevo trabajo y que yo necesitaba un cambio. Me miró y me dijo: “Vaya, este no es un deporte para quedarse quieto”. En ese momento me sorprendí, y me gustó que avalara mi idea, pero por otro lado no había hecho nada para retenerme. En ese momento sentí que no le importaba nada. La situación me generó odio, no lo podía entender. Durante dos años lo odié.
-¿Por qué?
-Mis amigos me preguntaban si hablaba con él y les pedía que no me lo nombraran. Hasta que caí en la cuenta del gran favor que me había hecho. Fue la persona que Dios me puso en el camino para tomar la decisión más importante a nivel personal y que me cambió la vida. Fue la patada en el tujes que me empujó para adelante. No fue casualidad, fue sabiduría, y se lo agradezco.
–Sos de perfil bajo…
–Trato de poner mis propias reglas. Y si en algún momento me siento incómodo, prefiero dar un paso al costado. Me siento mal con la pelea, hablando mal de los demás, en un escándalo me hallaría incómodo. No haría nada que hiciera sentir vergüenza a mis hijos. Este año hubo dos cosas que me marcaron mucho, en una semana las muertes de Sergio Gendler, con quien empecé, y de Vero Guerman, una fotógrafa que quería muchísimo, con cincuenta y pico… Yo tengo cuarenta y seis, y es una muestra más de que no sabés cuánto vas a estar.
–Es fundamental la familia para vos, ¿no?
–Sí, mis mellizos, la nena y el nene, ya tienen catorce años. Que vengan dos al mundo al mismo tiempo fue por un departamento que habitaba. Mi hermana vivía en un departamento en Caballito, tuvo mellizos, se fue a vivir a Israel y me dijo que me fuera a vivir yo allí. Y cuando vamos camino a la ecografía, por teléfono ella me dijo que después le contara cuántos eran… En el momento me reí, pero era así. De hecho, la ecógrafa nos preguntó si habíamos hecho algún tratamiento, porque había dos corazones… yo no entendía nada, me caían los números como Matrix.
-¿Y entonces?
-No sabía qué hacer, no lo podía creer. Y fueron nena y nene, como los de mi hermana. Mi familia es prioridad absoluta. Prefiero pasar tiempo con ellos antes que hacer cosas que me “convengan”, como ir a eventos con famosos. Prefiero que, el día de mañana, me digan que fui un mal periodista pero un buen padre.
