Elegante, distinguida, de vocabulario florido y conocimientos amplios, Debora Plager (49) es una de las mujeres con mayor peso en el mundo de las noticias. Integrante por quinta temporada de Intratables (en la noches de América) y figura clave de Involucrados (por las mañanas de la misma emisora), flamante nominada a los Martín Fierro como mejor panelista, permite el acceso a la mujer casada, mamá de mellizos de diecisiete años, que hay detrás de la destacada profesional.
“Me da un poco de pudor decir que no pude desarrollar ningún hobby. No hago nada interesante fuera del trabajo. No me quiero castigar con eso y me conformo pensando que lo que elijo hacer es estar con mi familia. Tengo dos hijos mellizos, Tomás y Maximiliano, de diecisiete años, que nacieron conmigo ya avanzada en la profesión. Hay un montón de actos escolares a los que no pude ir porque estaba en vivo en un noticiero. Todas esas ausencias traté de suplirlas con presencia en el tiempo en que no trabajo. Aparte de madre, intento ser esposa. Suena un poco Susanita, pero esta profesión te quita mucho tiempo. Y si no tenés una familia que te sostenga y le ponés un poco más de tu parte, es difícil de sostener. Hace cinco años que estoy en Intratables y son cinco años que hace que no ceno en mi casa. Me hubiese gustado estudiar idiomas y dedicarme un poco a la pintura”, dijo.
–¿Tu hijos te “facturaron” las ausencias?
–No sé si tuve suerte o fue un trabajo mío de explicar y hablar mucho, que estuvieran muy contenidos por mis papás, sus abuelos, que son muy presentes, hizo que hoy no sintiera culpa. Para las mamás judías es muy difícil no ser culposas, porque eso viene con la genética. Al contrario, trato de ser más indulgente conmigo. Digo que, a pesar de todo, pude conjugar las dos cosas y mis hijos están súper bien. Como mamá soy muy controladora, un poco intensa, pesada, pero no lo puedo evitar, y así me criaron a mí también. Estoy muy encima, a veces les debería dar un poco más de cuerda porque ya van creciendo. Soy muy preguntona.
–¿Tu hijos profesan tu religión?
–Sí, crie a mis hijos en la religión judía y siempre revindico al judaísmo como la pertenencia a un pueblo más que a una religión. Viajé a Israel de grande, gracias a mi marido, que me insistió en que lo hiciera. Fue muy emocionante, porque mi hermano nació allá, cuando mi papá trabajó cinco años para un hospital local.
–¿Cómo te definirías en el rol de esposa?
–Porque trabajo, reivindico mi libertad, y mi independencia hace que con mi marido sea menos controladora. No soy una mujer pica sesos, aunque eso no me gusta mucho, porque es una definición muy machista. Los horarios que me tocaron últimamente atentan un poco contra la vida de pareja, entonces trato de compensar. Mi esposo no reclama nada. Y yo creo que soy una mina bárbara para compartir la vida: creo que se sacó la lotería conmigo. ¡No se puede quejar! La convivencia conmigo es sencilla. Soy una mina divertida para estar, interesante para compartir y conversar. Y en nuestra vida íntima nos queremos, nos deseamos, la pasamos regio.
–¿No le preocupa que sos una mujer deseada por muchos hombres?
–Yo creo que le divierte… Alguna que otra vez me ha dicho algo que le molestó. Pero creo que se divierte, que en el fondo lo disfruta. Un goce un poco perverso, si querés, pero me parece que le gusta.
–¿Y a vos te gusta saber que podrías levantar la mirada en cualquier momento y que te están mirando?
–¡Sí! Me escriben un montón por redes sociales. ¡Sí, leo los mensajes! Y me siento halagada. Me encanta agradar, despertar fantasías en los hombres. No me molesta que me digan cosas picantes y sarpadas. Sé que en tiempos de feminismo, y yo me defino como una mujer feminista, no de pico sino de hecho, porque trabajé mucho para mi independencia económica y profesional, a mi modo de ver hay una visión un poco extrema de que cualquier cosa que te digan halagadora y sarpada es machista de un tipo que, más o menos, se va a transformar en un monstruo. A mí me resulta halagador que me digan cosas lindas y sarpadas. No me importa nada, me parece fantástico.
–¿Te sentís representada por el colectivo de actrices?
–No, pero por una razón: todas las reivindicaciones del colectivo de actrices las comparto, si tuviera que sentarme al lado de ellas para levantar la mano y pedir algunas de las cuestiones que han reclamado, las compartiría, pero no me gusta la partidización. Y muchas veces ahí se tomó partido por una fuerza política. Las causas de violencia de género y los derechos de la mujer son nobles y profundas, tienen que ser transversales. Y cuando discutís porque a una le gusta un partido político y a la otra, otro, le quitas legitimidad al reclamo.
–¿Pensaste en dejar el periodismo para dedicarte a la política, como hizo Débora Pérez Volpin?
–No. No me gusta decirlo así porque suena despectivo con toda la clase política, y entiendo que hay gente que trabaja con mucha vocación, compromiso, decencia y con ganas de modificar la sociedad en la que vive, pero, salvando esas honrosas excepciones, deja mucho que desear la dirigencia en la Argentina. Tienen muchos privilegios que, a mi modo de ver, van en contra de lo que una sociedad con más de treinta por ciento de pobres, reclama. La política partidaria no me representa para nada.
A los 49, cada día está más bella Debora.
Plager es una de las caras fuertes de Intratables.
Debora tiene mellizos de 17 años.
