Diferentes testimonios que se fueron sumando durante toda la jornada permitieron reconstruir los últimos tiempos de Gustavo Martínez hasta llegar a la madrugada de hoy, en la que decidió arrojarse desde un piso 21 ubicado en la calle Sucre al 1900, en el barrio de Belgrano. Gran parte de las cosas que se dijeron sobrevolaron la idea de un largo y penoso calvario, y despertaron una pregunta: ¿Por qué nadie hizo nada aún sabiéndolo todo?
En primer lugar, Gustavo Martínez estaba enfermo. Le habían diagnosticado Alzheimer, una dolencia degenerativa que tiene tratamiento, pero no cura. Algunos contaron que lo sabía desde hace pocos meses, pero algunos allegados ubicaron la noticia unos dos años atrás.
En lo que todos coincidieron en que la pandemia le pegó fuerte. El encierro prolongado le afectó tanto el ánimo como el físico, ya que dicen que hasta había cambiado la forma de moverse y de caminar. Justo él, que toda su vida fue entrenador personal y hacía un culto del cuidado corporal. Eso, dijeron, también lo bajoneó un montón.
Gustavo Martínez estaba deprimido, tanto que había perdido entre 12 a 16 kilos en un año. Le habían diagnosticado Alzheimer, y tenía miedo de que quedar en la calle cuando los chicos cumplieran 18.
Pero lo que muchos indicaron como su mayor motivo de preocupación y angustia era la proximidad de los 18 años de Martita y Felipe Fort, los hijos de Ricardo, que en ese momento dejarían de estar bajo su tutela y podrían hacer su vida a gusto y placer. esa chance, según él, podía dejarlo también en la calle, ya que los suponía que los chicos se irían a vivir al exterior y su permanencia en el edificio de Sucre ya no tendría razón de ser.
En ese sentido, Luis Ventura -un periodista muy cercano a Ricardo Fort y a todo su entorno- consideró que "Gustavo se murió con Fort. El mismo día. Lo único que lo mantenía acá eran esos dos chicos, porque el padre de los chicos fue él. El padre biológico fue Ricardo, fue Fort, pero el que los cuidó, los atendió, les preparó, la comida, los llevó a la escuela y les hizo los deberes fue Gustavo. Si en 10 días se quedaba sin los chicos, chau...".
La mayoría, también, señaló que Gustavo estaba tan depresivo y deprimido que hasta había perdido 12 kilos. A casi todos los confidentes les decía que no tenía ganas de vivir, que no les veía sentido a las cosas y que a todos les daba alertas de que podía tomar una decisión sin vuelta atrás. Y lo hizo. Nadie lo escuchó. ¿Por qué?
