El lunes 11 de abril se cumple un mes de la muerte de Gerardo Rozín, un golpe para todos los que lo querían y admiraban, que lo recordarán por siempre por la huella que dejó, tanto por su forma de ser como de trabajar, con fuerza y entusiasmo, hasta sus últimos días.
Rozín era un hombre de pasiones y, también, alguien que no ocultaba sus temores. Así lo dejó en claro cuando, al cumplir 42 años, se animó a ser entrevistado por sus compañeros de Mundo Rozín, una sección que él había creado y que se hacía cada vez que un miembro del equipo soplaba las velitas.
En esa oportunidad, el 18 de junio de 2012, Gerardo dejó una fuerte confesión al aire que hoy se lee como una premonición. Todo empezó cuando la locutora Eugenia Quibel, que luego sería su pareja, quiso ahondar en un tema muy personal.
“¿Miedos? ¿A qué cosas le tenés miedo?”, indagó Eugenia, diez años atrás. Sin dudarlo, Rozín contestó: “A enfermarme”. “Yo tengo una salud delicada. Me asumo así. Ya estoy sordo de un oído hace diez años por una enfermedad autoinmune”, se explayó.
“No me cuido demasiado: tuve un episodio de presión, como ustedes saben, no hace tanto. Es decir: tengo muchos números de los que no hay que tener. Y una pelea permanente con toda el área respiratoria, como tantos otros que se han dedicado a esto”, siguió.
Gerardo hizo hincapié en el esfuerzo que hacía diariamente para trabajar en los medios: “A mí me requiere más concentración llegar con el instrumento, con el cuerpo, con la voz bien a los programas de radio y a los programas de tele, que la preparación de los programas en sí”.
“Es mi gran desafío: cómo no toser, cómo hacer que se me entienda cuando respiro mal. Yo tengo como una lucha permanente. Nada grave, nada terminal, afortunadamente, por ahora…”, agregó, y hoy sus palabras estremecen.
“Pero yo tengo como una pelea constante con mi manera de respirar y con mi salud. Yo soy un tipo que toma remedios”, concluyó ese día Rozín, tres años antes de ponerse de novio con la locutora, y diez antes de morir a causa de un tumor cerebral.
