Marcos empezó a contar los días que le quedan dentro de Gran Hermano. No sólo por las ganas que tiene de reencontrarse con sus seres queridos, volver a Salta, ver su ex novia y ver qué le depara la vida luego de ser parte del programa más famoso, sino porque no ve la hora de volver a comer bien.
Cada semana que pasa, los hermanitos no logran mejorar el presupuesto obtenido en las pruebas y las compras son cada vez más frugales. Y Marcos, campeón nacional de Jiu-jitsu que está acostumbrado a llevar una alimentación completa y variada, es el que más lo sufre.
Así lo hizo notar en diciembre, cuando Agustín le marcó lo flaco que estaba y la masa muscular que había perdido. “No comí nada, solo una manzana, pero tengo mucha hambre”, dijo el estudiante de abogacía, el favorito de Maxi para llegar a la final, según su vaticinio.
Y en las últimas horas, al ver que el resultado de la compra de Daniela y Julieta no había sido la esperada, el joven nuevamente se mostró angustiado mientras charlaban en la galería sobre el precio de los productos, carísimos, porque la casa no le escapa a la inflación.
“Para mí, la fruta en esta compra no iba…”, opinó el chico, mientras Juli y Dani se quejaban a la par: “Ay dios, no hay nada para desayunar, horrible la compra”. Y cuando Disney recordó que había cuatro melones que dejó pasar, el rubio alzó su voz.
“¡Era por ahí, prima! Comprabas tres melones y eran mil pesos… y ya con eso pateábamos un buen rato”, dijo. Para colmo de males, las amigas habían olvidado comprar lo único que les había pedido. “¡Pobre primo, no hay té!”, exclamó la modelo, compungida.
