"Me enamoré de una mujer de ley": cuando hablaba de Ana María Patricelli, su novia durante más de un año y quien apareció muerta hoy en su departamento de Palermo en un hecho que conmovió al ambiente de la farándula, el Mago sin dientes repetía una y otra vez esa frase. Según él, ella era eso, alguien con códigos y sin dobleces.
Ultimamente, el Mago había cambiado su fisonomía. Se lo veía, según aquellos que lo frecuentan con mayor asiduidad, más prolijo, más detallista, más cuidadoso de su imagen y de su visual. Ana María había sido, en gran parte, responsable de esa modificación en el perfil del artista, hasta entonces bastante despreocupado por cómo se veía.
En marzo de este año, atenta a la consolidación de la pareja, Paparazzi entrevistó al Mago, cuyo nombre real es Pablo Cabaleiro. Lo primero que dijo, contundente, fue que nunca le interesó la diferencia de edad. A ninguno de los dos. El es 10 años más chico que ella, que murió a los 49 años. El enviudó antes de los 40.
"Nos costó empezar la relación pero por otros motivos, no por ese" dijo el Mago aquella vez, no tan lejana. Pasaron 5 meses, nada más. Ni siquiera había cuarentena y en su vida, al menos en la que le mostraba a los medios, todo eran sonrisa y felicidad.
Pablo y Anana María se conocieron en Nordelta, mientras se desarrollaba una fiesta a la que ambos habían sido invitados. Tardaron un buen tiempo en darse una chance. Años. Tres o cuatro. Después, todo fluyó. "Hasta que no me di cuenta que iba en serio preferí no presentarla como mi novia" contó el ilusionista.
Algo que el Mago supo rápidamente fue que ella no quería saber nada ni con salir en las revistas ni con que le hagan reportajes. A regañadientes lo acompañó a algún que otro evento, pero jamás quiso figurar ni robarle un centímetro. Demasiadas miradas ya se llevaba cuando iban a la playa, una de las actividades que mas le gustaba desarrollar en el verano: su cuerpo llamaba la atención. Incluso, las mujeres le daban mucho menos de los 50 que estaba por cumplir.
Ana María era experta en comercio exterior y consideraba que mezclar lo mediático con lo profesional podía resultar perjudicial para una actividad en la que la discreción es un bien muy preciado. Jamás combinaba las cosas. Nunca. Un poco por eso se edifico un halo de misterio en torno de ella.
Costó mucho, aquella vez, que nos pasara un puñado de fotos. Hubo que insistirle varias veces hasta que Ana María, finalmente, aflojó. Pero puso una condición: que no publicáramos el apellido. Con que Pablo hiciera públicas sus simpatías políticas (es un reconocido militante de Cambiemos) nunca tuvo problemas.
"Yo me peinaba con raya al medio y tenía la dentadura que era un desastre, y fue ella la que me dijo varias veces que me cambiara y que me ocupara y que también adelgazara un poco. Y siempre con el mismo argumento: que lo físico no es todo lo que importa, que eso me iba a traer una mejoría en salud" le dijo el Mago a la revista.
"Es una mujer con todas las de la ley, que me ayudó en muchos órdenes de la vida. Nos gusta disfrutar de pequeñas cosas. Tranquilos, relajados, por ahí de alguna salida, o de ir a comer, o a pasear caminando. Nada del otro mundo, pero eso sí: sin cámaras" reflexionó el Mago en aquella oportunidad. Tendrá que hacer un trabajo muy fuerte para que el dolor que siente hoy por esa mujer se le vuelva un recuerdo reconfortante.
