Nadie duda que ha pasado a la eternidad, que siempre flotará en la atmósfera su recuerdo, su gravitación en la vida cotidiana de millones de almas, que su nombre nunca se borrará de la faz de la Tierra. Diego Maradona jamás pasará al olvido, ni en centenares de años, su legado continuará latente.
Mucho se habló respecto a la despedida algo escueta, que se realizó en Casa Rosada, varios seres queridos aseguraron que el astro deseaba otra extensión de su velatorio. Así como en los últimos días empezó a circular la versión que existía un documento del ídolo sobre su verdadera voluntad.
Intrusos accedió a ese material, que se confeccionó apenas 43 días antes de su fallecimiento, un dato estremecedor. En esas líneas, Diego expresó un deseo llamativo sobre ser embalsamado, nada más y nada menos, una situación atípica.
"Luego de un profundo análisis quiero manifestar mi voluntad de que luego de mi muerte mi cuerpo sea embalsamado y exhibido en dicho museo", escribió Maradona en el documento.
Además, en esa acta, el papá de Dalma y Gianinna dejó muy en claro que quería que se montara un museo de él, con toda la parafernalia y que en ese espacio se instalará su cuerpo embalsamado. Una rareza, pero que se entiende en el mundo de Maradona.
Jorge Rial leyó las líneas de esa última voluntad de Maradona, que en su inicio rezaba: “Autorizo a mi apoderado el doctor Matías Morla a llevar adelante todas las gestiones para la realización de un museo y muestra itinerante abarcativa de varios conceptos visuales, gastronómicos, venta de merchandising y toda otra muestra y expresión que refleje tanto mi exitosa carrera deportiva como mi vida personal”.
Hasta que el documento llegó a un punto crucial, a esa intención del astro de llevar a cabo la práctica de la momificación de su cuerpo. Increíble. El texto firmado por el ídolo decía: “Asimismo y luego de un profundo análisis quiero manifestar mi voluntad de que luego de mi muerte mi cuerpo sea embalsamado y exhibido en dicho museo, rodeado de mis máximos trofeos, objetos personales y recuerdos queridos para seguir recibiendo desde ese lugar el cariño de la gente”.
Tras repasar todo lo que representaba esa voluntad, Rial consideró: “Un museo itinerante y en el centro quería que estuviese él embalsamado y ser parte de su museo, que llegase a una sala y contemplar su cuerpo. Quería permanecer. La pregunta es si era un deseo o era parte del delirio que estaba viviendo, de verse como un faraón”.
