Descomunal. Las imágenes recorren el mundo, que direcciona su mirada azorada a Buenos Aires, como incrédulos de semejante manifestación de pasión. La Selección Argentina salió a festejar con el pueblo, que se acerca en masa para saludar a los campeones.
Se estima un aproximado de más de cinco millones de personas apostadas en diferentes puntos del recorrido del micro que traslada al plantel de Lionel Messi desde el predio de la AFA hasta el Obelisco. Un océano de ciudadanos desesperados por agradecer el título mundial.
La organización distaba de la sencillez por todos los factores a tener en cuenta en el operativo, porque la movilidad por tierra implica una serie enorme de circunstancias para prever. Lamentablemente, en medio de la felicidad y el frenesí se produjo un hecho doloroso.
En el último tramo de traslado por la Autopista Ricchieri, cerca de empalmar con la Avenida General Paz, dos fanáticos entendieron que sería una idea coherente lanzarse desde uno de los puentes que cruzan esa arteria y se tiraron arriba del ómnibus.
Las imágenes son aterradoras. Por un lado, uno de los hinchas erró en el cálculo y rebotó peligrosamente con la estructura del micro para estrellarse contra el asfalto. Por otra parte, el otro fans aterrizó en el techo del vehículo y estuvo muy cerca de lastimar a Lionel Messi, nada más y nada menos.
Todavía no trascendieron reportes sobre la salud del hombre que se estampó contra la Ricchieri, ni si alguno de los jugadores resultó herido por la fuerza, el peso y la velocidad de la caída del otro hincha en el micro. Un episodio repudiable, que dista de una manifestación de amor, sino que se vincula con una decisión temeraria.
Esta situación, además de la imposibilidad de movilizarse por el gentío, llevó a los organismos de seguridad a cancelar la idea original, por lo cual se interrumpió la caravana. De hecho, los futbolistas se subieron a unos helicópteros para sobrevolar el Obelisco y regresar a Ezeiza. Una pena para los millones que aguardaban en la Avenida 9 de Julio.
