Eliana Guercio y Sergio “Chiquito” Romero vienen construyendo su pareja desde hace casi quince años. En el caso que les toque estar lejos uno del otro logran estar en una relación a través de videollamadas. Luego de todos estos años de relación y la gran confianza que lograron construir la mujer del arquero de Boca Juniors puede sacar las garras cuando alguien pretende coquetear con él.
Eliana Guercio estaba en la cima de su carrera como actriz y vedette cuando comenzaron su relación. En ese momento ella participaba en varios programas, como La Peluquería de Don Mateo, Bailando por un sueño y Patinando por un sueño. Por otro lado, brillaba desde los escenarios con las obras de Gerardo Sofovich.
En medio de tantas luces y brillos logró cautivar al joven arquero, diez años menor que ella, que en ese momento se preparaba para viajar a Países Bajos con su nuevo equipo, AZ Alkmaar. Dos meses después de que se los vio por primera vez, se casaron y viajaron juntos.
Luego del nacimiento de su cuarto hijo, la familia volvió de Europa para instalarse en la Argentina y la modelo empezó a trabajar en el ciclo radial de Santiago del Moro. En su presentación, la modelo admitió que es muy celosa y puede llegar a ponerse furiosa si alguien se interpone entre ella y su familia.
LA MODELO CONTÓ UN FUERTE ATAQUE DE CELOS QUE LE DIO CUANDO ESTABA EMBARAZADA
“Fuimos a una oficina de celulares en Holanda para dar de baja unos números telefónicos y había una chica que no paraba de mirarlo mientras se tocaba el pelo”, recordó uno de sus momentos de celos hacia el jugador.
“Yo estaba embarazada y me puse intensa. Entonces él se dio cuenta y me abrazó, como diciendo ‘Yo estoy con ella’. A ella no le importó nada y seguía. En un momento le dijo ‘Romero, te extrañamos mucho en el AZ Alkmaar”, continuó contando.
En ese momento, la modelo argentina estalló. Con panza y todo se subió al escritorio de la chica y le dijo, en un neerlandés no muy bueno: “¿Vos los dientes los querés adentro o afuera de la boca?”. Por sus gestos la empleada la entendió. Tanto su marido como su empleada española que los acompañaba intentaron calmarla. “Todo el local miraba y yo estaba a los gritos”, aseguró.
