Mil veces lo recreó en su imaginación. Mil veces lo soñó con la almohada en su terruño cordobés y una noche en el lejano Medio Oriente lo transmutó en realidad. Julián Álvarez experimenta su cénit absoluto con la descomunal actuación en el triunfo ante Croacia, que significó el pasaporte a la final de la Copa del Mundo.
El delantero, que la rompió con dos goles y el penal que le cometieron, brilla en el torneo más importante del planeta, al que arribó como suplente y en el que conquistó la confianza del cuerpo técnico y la retribuye con cuatro tantos, nada más y nada menos.
Al lado de Julián se encuentra María Emilia Ferrero, esa joven a la que conoció en la adolescencia en su pueblo, de la que poco se sabía y de la que ahora exhibe con orgullo como su pareja, a tal punto que se mudaron juntos a Inglaterra, tras el pase al Manchester City.
La joven, que supo jugar al hockey y que se recibió de profesora de educación física, viajó a Qatar y ahí está firme junto a la Araña, enloquecida y totalmente enamorada. Emilia sube diversos contenidos de sus presencias en los estadios, siempre enfundada en una camiseta del seleccionado.
Así escribió en una instantánea en las afueras de la cancha sus sensaciones: “Vinimos todos juntos a Doha a alentar a Argentina. Dejando muchas cosas de lado para verte a vos”. Una pizca que grafica los sentimientos que florecen en su corazón.
De esos jóvenes María y Julián que caminaron juntos en la ciudad cordobesa a esta pareja que ahora transita por una montaña de alegría, con el gran objetivo cerca, ese sueño de todo un país, el de coronar la historia y bordar la tercera estrella mundialista en el manto albiceleste.
