Si bien hoy Joaquín Berthold se destaca como actor y galán de teatro y televisión, este hermoso rubio de ojos claros y cuerpo torneado se destacó por años como arquero de Los Leones, el seleccionado nacional de hockey sobre césped. Sin embargo, un día tomó una de las decisiones más importantes de su vida, colgar el palo para priorizar su faceta artística. ¡Y no le fue nada mal! Por el contrario, se ha convertido en uno de los actores favoritos para los productores que hoy lo convocan para papeles tanto en cine como en TV para el público adulto y el infantil.
“Fueron muchos años en el seleccionado argentino de hockey, donde debuté a los 17 años. Jugué hasta 2015 y en todos esos años renuncié como ocho veces. Siempre me dejaron las puertas abiertas. Terminé el colegio y me fui a jugar a Alemania. Después salí subcampeón del mundo, y en 2000 volví para entrar al Conservatorio Nacional. Me costó dejar la Selección, pero las tiras de Disney me demandaban tiempo, tenía contratos y ya no podía seguir con los viajes. El hockey es mi pasión y sigo jugando en mi club. Pero desde muy chico, desde los 12, hago teatro y sabía que esta era mi vocación”, cuenta Joaquín (29) quien posó con poca ropa y mostró su cuerpo de deportista. ¡Un fuego!
–Trabajaste para Disney, participaste en 100 días para enamorarse, fuiste el malo en Bañeros y ahora sos parte de la serie Monzón…
–No tengo prejuicios con ningún medio en el que me toque trabajar, soy feliz hasta haciendo seis funciones de teatro por semana. Es muy importante disfrutar de los lugares de trabajo. Soy un actor que disfruta de ensayar, grabar o trabajar. Eso seguro lo gané con el hockey, porque desde los 11 entreno en mi club y en los seleccionados. Todo eso me enseñó a esforzarme, poner el cuerpo y estar bajo el agua en días de lluvia y muy fríos. El deporte es un lugar de sacrificio y entrega. Soy muy deportista siendo actor, es un disfrute para mí en el que entiendo que no les puedo gustar a todos pero doy lo mejor. Por eso no soy de los actores competitivos y egocéntricos, de los que se miran el ombligo. Lo vivo desde el lado de que uno solo no puede hacer todo y hay que trabajar en equipo. Me pongo la camiseta de los proyectos. Me pasó en mi primera obra de estar en escena, como en un vestuario, desnudo y con público a dos metros, y ya lo tomé como algo natural y perdí cualquier tipo de pudor. Después me tocó desnudarme en otras obras, como El ardor y Pieza plástica, que las dirigió Luciano Cáceres y que me encantó hacer. El es mi amigo, parte de mi familia y padrino de mi hija.
–¿Estás en pareja?
–No estoy casado, pero estoy juntado hace once años con Luciana, la madre de mis hijos, Lautaro, de 10, y Malena, de 4 años. Fue mi novia cuando éramos chicos, a mis 17. En ese momento ella se fue a vivir a España y estuvimos diez años sin vernos, hasta que fui a San Sebastián con una obra, la contacté y fue a verme. Estuvimos tres días juntos y ella se volvió a Tenerife. El último día de la gira me di cuenta de que en otra ciudad me había olvidado el pasaporte, así que me quedé en España varado, la llamé y me quedé 18 días en su casa. Y se volvió conmigo. Enseguida llegó Lautaro. Tenemos una linda familia, soy un padre presente.
–¿Sos metrosexual?
–No le doy mucha importancia a la ropa, soy relajado, seguro, pero me baño mucho, mínimo dos veces al día, porque es como un TOC. Alguna cremita le robo a mi mujer, pero recién ahora.
–En la intimidad, ¿sos como un arquero o recorrés toda la cancha?
–Un lugar fijo, estvoy acostumbrado a atajar lo que venga.
