Cualquier detalle, por más mínimo que sea, puede desatar una chispa que se transforma en un fuego arrasador en Gran Hermano. La tirantez entre Alfa y Romina alcanzó los límites de los improperios, sobre todo del sexagenario que la insultó por no desear comer su plato de tallarines caseros.
El más longevo de la casa se lanzó a la compleja tarea de amasar fideos, con una paciencia de samurais para crear la cantidad suficiente para todos los hermanitos. Una idea que brotó de motus propio de su mente, pero que lo impulsó a no soportar la negativa de la ex diputada.
Romina cometió el “pecado” de no anhelar ingerir esas calorías, esa cantidad de harinas. Una simple elección, una decisión de gustos loable y respetable, por lo cual se predispuso a confeccionar su propio alimento con un medallón y una ensalada de repollo, que también le preparó a La Tora.
Ilusionado, totalmente motorizado en el impulso de generar con sus manos el tradicional plato, Alfa se acercó al jardín para comunicarle a sus compañeros el proceso que había iniciado y sostuvo: “Estos son los tallarines como deben hacerse, al puro huevo. Encontré la bolognesa y alcanza”.
La Tora le advirtió, con muy buen tono, que preferiría no ingerir esa propuesta y le explicó: “Yo no voy a comer carne, y Romi tampoco. Igual voy a probar los fideos. Pero no quiero comer harinas”. Con cara políticamente correcta y falsa, Walter asintió y se metió al living.
Una vez solo, sin nadie alrededor, Alfa dejó salir a la luz su verdadera reacción, su indignación contra Romina, a quien tildó se hacerse la 'jefa', y le prodigó un insulto horrible: “Como quieras. Es lo mismo… Mejor, que no coma la boluda esa. Que no coma nada, mejor”. ¿Era necesario semejante epíteto?
"Mejor, que no coma la boluda esa. Que no coma nada, mejor", así insultó Alfa a Romina.
