Primero por abrir su cuenta de Instagram y ahora por el documental que presentó Netflix sobre la admiración y el fanatismo que genera en otras partes del mundo, pero sobre todo en Rusia, Natalia Oreiro ha vuelto a los primeros planos sin moverse de su casa. Las estrellas, los consagrados, son así: no necesitan de un escándalo ni de un trabajo muy reciente para reconquistar el corazón del público. Con un simple pase de magia alcanza. Y sobra.
Divertida, risueña, siempre serena y agradable, Oreiro le dio un reportaje a Estelita, el simpático pero también polémico personaje (vean, sino, las imágenes del Cantando de esta misma semana) que Jay Mammon interpreta en las trasnoches de América. Y como consigue con casi todos los famosos, logró que ella hablara de un tema que nunca antes había tratado.
Liviana de cargas y dispuesta a pasar un buen rato, la uruguaya contó cuáles son las cosas que menos le gustan de su físico. Aquellas que le parecen feas, según la pregunta de Estelita, “siguiendo los cánones de belleza que están establecidos”. “Mirá, no sé si decirles feos, porque creo que ya no da” aclaró Oreiro, para enseguida contarle que “obvio que hay partes que no me gustan, como a todos”.
Al momento de enumerarlos, Oreiro estimó que “debo tener miles” pero se detuvo en dos, en los que hizo hincapié. “Mirá, lo primero que no me gusta es mi voz, no me gusta escucharme” relató.
Luego, fue más específica todavía y remarcó que “mi mayor trauma son las rodillas. No, no, no… no me gustan nada” y para graficarlo explicó que “por eso no me gusta usar minifalda, estoy todo el tiempo pensando que no me quedan bien. Cuando me toca hacer algo con minifalda no me gusta”.
Por estos días, Oreiro aprovechó su reciente desembarco en las redes para saludar el cumpleaños número 63 de su marido, Ricardo Mollo, quien además es el padre de su único hijo, Merlín Atahualpa. Ella tiene 20 menos: 43. Junto a él y a su nene pasan la cuarentena casi sin abandonar el hogar.
“Soy una privilegiada, porque tengo una casa cómoda y además porque se que cuando termine todo esto voy a tener trabajo. Hay una cosa que es cierta. Esta pandemia nos afecta a todos, pero hay que aclarar que no nos afecta a todos por igual. Hay mucha gente que la está pasando mal y yo no puedo permanecer ajena a eso” explico la morocha nacida en un barrio de Montevideo cuyo epicentro son la sede y el estadio del club Rampla Juniors.
“Como embajadora de Unicef que soy, no puedo dejar de pensar ni de mencionar a los millones de niños que están sufriendo, muchos que pasan hambre y están en una situación límite. Es mi deber señalarlo” exclamó Oreiro, sencilla y con convicciones que defiende de acá a… Rusia.
