Era tal su éxito entre los 80 y los 90 que algunos la llamaron "la Maradona de la moda". No exageraban: uno de los vestidos más aclamados de Elsa Serrano fue, precisamente, el que le confeccionó a Claudia Villafañe cuando se casó con El Diego en noviembre de 1989. Durante 10 años, o un poco mas, ella fue la máxima referente de la moda en la Argentina. La indiscutida número uno.
Acceder a esa posición y codearse con lo más alto del poder (fue la modista de dos primeras damas, María Lorenza Barreneche, la esposa de Ricardo Alfonsín, y de Zulema Yoma, la mujer de Carlos Menem) le valió algunos privilegios -viajar por el mundo, conocer y vestir figuras del jet set internacional, expandir su empresa y hasta abrir una escuela- pero también muchas críticas: con el menemismo en retirada, no le perdonaron esa cercanía y ella también cayó en desgracia. Sufrió la bancarrota económica y terminó trabajando como monotributista, en una increíble parábola de vida.
Otro vestido de novia le valió un gran predicamento fue el que diseñó para Susana Giménez cuando contrajo enlace con Huberto Roviralta. No eran tiempos de cenicerazos ni de juicios por 10 millones de dólares, sino de sonrisas y felicidad total. Su creación recorrió las portadas de todos los medios y fue uno de los grandes comentarios de aquella boda que conmovió al país.
Otro hito de su carrera fue el modelo que le diseñó a Norma Aleandro cuando la actriz viajó a Los Angeles, Estados Unidos, para participar en la entrega de los premios Oscar, la mayor fiesta mundial del cine. Aleandro protagonizó la película La historia oficial, la primera en la historia de la Argentina en alzarse con el galardón. Según las críticas de aquella época, el vestido de Norma también merecía un premio.
Al momento de fallecer en un incendio que devoró su departamento de la calle Maipú al 900, en pleno barrio de la Recoleta, Serrano tenía 73 años. Arrancó en la moda a mediados de los 70, cuando había imaginado para su vida un futuro completamente distinto; quería estudiar odontología. Los planes cambiaron cuando quedó embarazada de su primera hija.
Separada de su primer marido, Elsa conoció a un hombre que se dedicaba a la industria textil que le daría el apellido con el que se hizo famosa: Serrano. Rápidamente demostró que tenía buena mano con las tijeras. Su gentil personalidad -era amable, paciente, dulce- hizo el resto. "A veces -contaron algunas de sus clientas más famosas- hasta nos hacía de sicólogas. Mientras nos tomaba las medidas para vestirnos el cuerpo, nosotras desnudábamos el alma frente a ella".
Un poco por eso, se dice, conocía los secretos mejor guardados de muchas de las celebridades de este país. Nunca las contó. Como se dice en el vocabulario popular, se las llevó a la tumba. Ni siquiera habló mal de Zulemita Menem cuando se distanciaron y la acusó de deberle más de 4 millones.
Su fama creciente le permitió llegar a las más altas esferas del poder. La convocaron para ser la modista de María Lorenza Barreneche, la mujer de Ricardo Alfonsín, el presidente que inició el camino democrático al que volvimos, para siempre, en 1983. Continuó con quien lo sucedió en el cargo, Carlos Menem, siendo la diseñadora de Zulema Yoma y la hija de los dos, Zulemita Menem, quien de alguna manera ocupó el lugar de primera dama cuando sus padres protagonizaron una escandalosa separación.
Fue el pico de su carrera. El punto máximo. Viajes, encuentros con príncipes, con reyes, con jeques árabes, con otros presidentes, con figuras del jet set. "Vestí a Gina Lollobrigida, a Sofía Loren, a Catherine Denueve, a Maia Plisetskaya" se enorgullecía ella.
También le gustaba decir que "en Calabria, donde nací, dicen que de ahí salieron los dos modistas más importante del mundo: Gianni Versace y yo". Quienes usaron sus vestidos coinciden, y lamentan otra coincidencia: el final trágico de la vida de ambos.